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domingo, 22 de mayo de 2011

ACTIVIDAD BLOQUE IV: MI ADAPTACIÓN LITERARIA



--------------------------------SUCITO----------------------------------

Erase una vez una familia muy mal pero que muy mal organizada.
La familia estaba formada por la madre, el padre y el hijo de muy escasa edad.  La madre de la familia era una mujer muy activa  y tenía muy mal acostumbrado a su marido, no le dejaba hacer nada en casa, todo lo hacía ella: lavaba los platos, ponía la lavadora, planchaba, fregaba, barría,…todo lo hacía ella.
 El único problema que había era que nadie sabía que estaba muy enferma, pero nadie lo sabía, no quería disgustar a su marido a su hijo. Pero la enfermedad ya estaba tan avanzada que la madre tuvo que contárselo a su familia.
Un día muy pero que muy oscuro de otoño, la madre murió, y claro tanto el padre como el hijo quedaron muy tristes. La verdad es que los dos quedaron muy tristes, pero tal vez el padre un poco más, puesto que ya no tenía quien le limpiase la casa, y él a tan avanzada edad no sabía hacer nada de nada  por lo que tendría que contratar alguien gastarse la mitad de su sueldo en contratar a otra mamá para que limpiase la casa, ya que el padre pensaba que solo las mamás sabían hacer las tareas domésticas.
El padre empezó a probar y probar candidatas para que limpiasen su casa pero ninguna de toda la gran variedad de mujeres que habían ido le gustaba, puesto que todas lo hacían diferente a como lo hacía su mujer  y esto no le agradaba.
El tiempo pasaba y la casa, día tras día, estaba un poquitín más sucia, y el padre cada día un poco más cansado de buscar.
Un día el padre viendo la televisión, se dio cuenta que las mantas de el otro lado del sofá estaban dobladas tal y como lo hacía su mujer. Miro para su hijo y le preguntó que si había sido él el que había doblado las mantas, a lo que el niño le contestó que sí, tal vez sería porque su madre le había enseñado a que todo estuviese en su lugar, y con esa planta de casa no había podido evitarlo,…
En ese momento el padre tuvo la gran idea de contratar al hijo para que realizase las tareas domésticas, ya que lo realizaría al igual que su madre, y él se gastaría el dinero, pero las tareas se realizarían como el quería. El padre se lo planteó.
El hijo muy indignado, porque el padre no hacía nada, no quería darle una respuesta negativa, pero tampoco quería trabajar para él, y sabiendo el escaso nivel económico que tenían, decidió ponerle una serie de condiciones para el padre no pudiera  contratarle.
La condición era que le comprase un robot deseos que hacen o facilitan toda clase de tareas, una secadora y un lavavajillas. Este robot, lavada, planchaba, ayudaba a limpiar las ventanas pulía el suelo,… costaba un pastón. La secadora era de las últimas en salir el mercado, al igual que el lavavajillas, y también costaba su dinero
El padre pensó la condición de su hijo durante días, hasta llegar a la conclusión de que si no le compraba el robot, la secadora y el lavavajillas, no podría tener la casa como le gustaba, como hacía su mujer, y por ello decidió comprarlo.
El padre se quedó sin un euro, pero aún el hijo para no trabajar para él le puso otra condición, que le comprase un plumero y una fregona.
El padre, ya que había comprado todo lo anterior, como no iba a comprar esto, pero no tenía dinero. Por ello decidió sacar todos sus ahorros y acabar de comprar el plumero y la fregona.
Así el hijo quedó anonadado y no le quedó otra que huir de su casa una noche, pero para ganarse la vida limpiando, se llevó consigo todo lo que el padre le había comprado.

Buscó trabajo por todas las casas de la región, pero nadie podía pagar sus servicios, por lo que se vio obligado de echarse a la calle a pedir dinero para comer.
Un día uno de las personas con más dinero del país tubo la casualidad de pasar por delante de aquel niño sucio, muy flaco de no comer, y con un aspecto muy triste.

Aquel hombre se paró y le preguntó que como podía ayudarle, y el niño le contesto que la única manera que podía ayudarle era dándole un trabajo, limpiando, que se le daba muy bien limpiar. Aquel adinerado le contrató para que empezara el día siguiente, y le dio la dirección de su casa.  Así empezó a trabajar para una gran mansión, en una de las urbanizaciones más cotizadas del país.

El niño al día siguiente se presentó en la mansión y fue recibido por el mayordomo, el cual dirigía a todas las personas que trabajaban en aquella gran mansión.
El mayordomo le dijo: ¿pero quien eres tu que vienes tan sucito?, el niño le contestó soy un nuevo trabajador de la casa a lo que el mayordomo le contexto, muy bien sucito pasa y pégate una ducha.
Sucito que así le empezó a llamar todos sus compañeros se pegó una ducha  y empezó a trabajar en la cocina de la casa, limpiando la vitrocerámica, fregando el suelo,…
Un día el mayordomo bastante atareado le pidió a Sucito que le ayudase a limpiar una de las estancias de la casa, la habitación de la hija del millonario.
Cuando Sucito llegó a la habitación, y vio el diámetro de aquella habitación, quedó alucinado, y empezó a  limpiar con los pequeños artilugios que el mayordomo le había proporcionado, un cubo y una bayeta. Cuando llevaba horas y horas limpiando, el mayordomo se pasó haber que al llevaba la tarea, pero Sucito solo llevaba un pequeño trozo de la habitación limpiado, y por ello se llevó una gran bronca.
Tras la bronca Sucito quedó muy deprimido, por el gran trabajo que llevaba hecho, y decidió ir a por aquel robot para que le facilitase el trabajo, y en un instante, había terminado de limpiar toda la habitación, pero al tecojer la máquina, se dejó uno de los aparatos sin darse cuenta en la habitación.
Cuando la hija del millonario llegó a su habitación la vio tan reluciente, llamó al mayordomo y l preguntó que quien había limpiado la habitación, por lo que el mayordomo le dijo que la había limpiado él como siempre, pero la chica no lo creyó puesto que llevaba años limpiando y nunca lo había hecho así.
Al día siguiente el mayordomo se aprovecho de la situación y le mandó a Sucito de nuevo con la bayeta y el cubo a limpiar el polvo de la  habitación. Pero Sucito ya no fue tan tonto y apartó a un lado el cubo y la bayeta y cogió su gran robot. Al momento toda la sala de estudio la dejó,  totalmente limpia de polvo. Con tan mala suerte que la chica, que se llamaba Ana pasó por la puesta de la sala que estaba limpiando Sucito y le vio todo atareado, entonces supo de quien se trataba.
Cuando Sucito se fue de la habitación Ana pasó de nuevo y vio aquella habitación tan reluciente como lo estaba la suya del día anterior.
Ana llamó al mayordomo y le preguntó que quien había limpiado la habitación a  lo que el mayordomo le dijo que la había limpiado él como siempre, pero la chica no lo creyó claro.
Así pasaron días y días en los que Ana se quedaba mirando embobada como Sucito limpiaba las estancias de la casa con aquel robot, hasta el punto de que se dio cuenta de que se había enamorado de él.
Un día cuando Sucito iba a utilizar una de las aplicaciones del robot, se dio cuenta de que le faltaba uno de los artilugios (el que se había dejado en la habitación de Ana).
En ese momento Ana, que como siempre le estaba mirando como limpiaba, que se dio cuenta de que se estaba buscando aquella pieza.
Cuando Sucito estaba ya a punto de llorar por aquella pérdida, Ana entró en la habitación con la pieza en la mano. Sucito se quedó prendido de su belleza, fue como un amor a primera vista, y encima traía la pieza que buscaba.
Ana le dijo, ¿es esto lo que buscas?, se que llevas mucho tiempo limpiando todas las estancias de la casa sin llevarte ningún mérito, y estoy realmente enamorada de ti, por lo que creo que es el  momento de que dejes de trabajar y seas mi novio ¿aceptas?. Sucito ante aquella belleza no pudo renegar la propuesta.
Los dos vivieron felices y comieron perdices, y Sucito no tuvo que volver a limpiar nunca más.


1 comentarios:

Irune Labajo dijo...

Muy bien, pero es poco infantil.

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